DE AMORES

Me regalasteis el don preciado de ese amor
de amante paciente, de novio enamorado
con sonrisa presta y ojos vivaces;
robabais mis besos y yo fingía enojo
paseando una orgullosa satisfacción
que nos henchía por igual.
Lloré de amor, de alegría y de esperanza
a sabiendas de que aquel regalo
era una rosa que se marchitaba despacio,
y era tal mi ilusión que guardé sus restos
entre las comisuras del alma para siempre.

Luego llegó la decisión, la jaula de oro
de la que costó escapar porque era grata,
los cambios de humor, el desespero,
dos jazmines que fueron mi esperanza
por los que me contuve hasta la asfixia,
después los años, el soñar despierta,
el vegetar en un mundo paralelo,
las alas rotas que restauré a solas
para echar a volar hacia la última estrella;
el dolor de la partida, el vacío
interior al no quedar ya nada...

Ahora, en el otoño de una vida
con cicatrices y huellas marcadas
aspiro a vivir, tan solo eso,
con la dicha del amor que gocé un día,
arropada por el afecto de los míos
y empapada de una vida de recuerdos.

No quiero más, anhelo como siempre
la paz a que por edad tengo derecho,
lo material me sobra, la poesía me eleva,
me conformo con poco, no ansío nada
porque llevo conmigo lo importante:
un lecho blando que calme mis huesos,
algo de pan que llevarme a la boca,
un refugio que me asile para siempre
y una ristra de plácidos recuerdos.

Mª Soledad Martín Turiño