EL MILAGRO DE VIVIR

La desesperante espera del inquieto,
la grávida ingravidez de la gestante,
el apego del enamorado que se enamora,
el dolorido dolor de aquel que sufre,
la apasionada pasión del joven amante,
la solitaria soledad del anciano…
me enternecen el alma y los sentidos
porque he probado en la vida tales extremos
y, como el tiempo, pasa el arrebato,
cede la efusión y el entusiasmo,
se apacigua el ardor y el dolor mismo,
y hasta el tormento de la soledad se calma.

Es la juventud la que abre espitas,
la que innova, se arriesga y se aventura
lanzándose sin alas al abismo
o nadando sin tregua mar adentro;
luego, los años aplacan los ardores
y un día sin apenas darnos cuenta
nos descubrimos inanes, baladíes
e insulsos sin la droga de la vida
pugnando por entrar en nuestros poros
hasta dejarnos exhaustos de sensaciones.

Ahí se acaba la vida y todo acaba.

Mª Soledad Martín Turiño