EL BULTO EN EL PUENTE
Relato con origen : Muelas del Pan
Bueno, esta narración onírica la voy a contar porque a una hija mía le gustan los cuentos misteriosos y policíacos, y hoy he tenido una pesadilla en la que interviene la policía científica. Os la voy a contar.
En el momento en que aparecen las situaciones, yo vengo con un vehículo, que en la época de la onirancia no existía, y bajo por la cuesta de las Revueltas de la Carretera de Ricobayo, por la carretera Zamora-Alcañices en sentido Zamora. Sobre la mitad de la cuesta me cruza un furgón con las puertas traseras abiertas (este tipo de furgón tampoco existía entonces, ni yo había nacido). A la mitad de la cuesta, paso por delante de la Casa de los Cartones, asesinados años antes de la onirancia y a los cuales yo nunca conocí.
Sigo bajando la cuesta y llego hasta la entrada al puente (que hoy está bajo las aguas del Embalse del Esla) y, al llegar, veo que en la entrada del puente hay un bulto arremolinado en la mitad de la calzada. No se puede pasar, salvo que pases por encima. Me Paro. En ese momento de la otra parte del bulto, aparentemente producto de un atropello, llega una especie de DKW que también para, pues se horroriza al ver el bulto. Ambos pensamos que es un atropello y de no otro, pienso yo, que del furgón de las puertas traseras abiertas.
Ninguno de los dos nos atrevemos a acercarnos al revoltijo de mantas y visible color a carne roja. A voces, decimos que hay que llamar y pedir auxilio. Yo no tengo Handy, pero él si (en aquella época no existían los Handys), y le digo que llame al 112 y avise del accidente. Él dice que ese número no es el adecuado y es uno de cinco cifras, pero nadie responde a ese número. Finalmente marca el 112 y, al poco rato, aparecen dos individuos vestidos de forma elegante que parecen ser policías de la Criminal y nos obligan a apartarnos. Se acercan al bulto sin ningún remilgo y se nota que utilizan su olfato policial de sabuesos entrenados.
El más atrevido de ellos nos obliga a cada uno a dar la vuelta. A mí me hace regresar a Ricobayo y al otro a recular hasta que pierda de vista el puente, hasta que se nos avise de que ya podemos continuar.
Pasa el tiempo y nadie viene a decirme que ya puedo pasar. Me acerco hasta el vecino pueblo de Villalcampo y me meto en el bar del carnicero, que queda cerca de la iglesia del pueblo, llamada del Sagrario. Allí veo un hombre llorando y el furgón con el que yo me había cruzado. Amargado se quejaba que unos ladrones le habían abierto el furgón y le habían robado los jamones que transportaba. Pronto me percaté del problema. Tomé mi vehículo y me dirigí de nuevo al puente. Este estaba despejado y el bulto había desaparecido. Continué mi viaje y allá, en la venta de Los Tejares estaba el otro engañado que esperaba a que le avisasen para continuar el viaje. Le conté lo que había descubierto y se puso a despotricar de rabia dando unos saltos increíbles. En ese momento me desperté y no puedo continuar el relato.
Cuesta de los Cartones en Ricobayo en sueños, Mayo de 2025
En el momento en que aparecen las situaciones, yo vengo con un vehículo, que en la época de la onirancia no existía, y bajo por la cuesta de las Revueltas de la Carretera de Ricobayo, por la carretera Zamora-Alcañices en sentido Zamora. Sobre la mitad de la cuesta me cruza un furgón con las puertas traseras abiertas (este tipo de furgón tampoco existía entonces, ni yo había nacido). A la mitad de la cuesta, paso por delante de la Casa de los Cartones, asesinados años antes de la onirancia y a los cuales yo nunca conocí.
Sigo bajando la cuesta y llego hasta la entrada al puente (que hoy está bajo las aguas del Embalse del Esla) y, al llegar, veo que en la entrada del puente hay un bulto arremolinado en la mitad de la calzada. No se puede pasar, salvo que pases por encima. Me Paro. En ese momento de la otra parte del bulto, aparentemente producto de un atropello, llega una especie de DKW que también para, pues se horroriza al ver el bulto. Ambos pensamos que es un atropello y de no otro, pienso yo, que del furgón de las puertas traseras abiertas.
Ninguno de los dos nos atrevemos a acercarnos al revoltijo de mantas y visible color a carne roja. A voces, decimos que hay que llamar y pedir auxilio. Yo no tengo Handy, pero él si (en aquella época no existían los Handys), y le digo que llame al 112 y avise del accidente. Él dice que ese número no es el adecuado y es uno de cinco cifras, pero nadie responde a ese número. Finalmente marca el 112 y, al poco rato, aparecen dos individuos vestidos de forma elegante que parecen ser policías de la Criminal y nos obligan a apartarnos. Se acercan al bulto sin ningún remilgo y se nota que utilizan su olfato policial de sabuesos entrenados.
El más atrevido de ellos nos obliga a cada uno a dar la vuelta. A mí me hace regresar a Ricobayo y al otro a recular hasta que pierda de vista el puente, hasta que se nos avise de que ya podemos continuar.
Pasa el tiempo y nadie viene a decirme que ya puedo pasar. Me acerco hasta el vecino pueblo de Villalcampo y me meto en el bar del carnicero, que queda cerca de la iglesia del pueblo, llamada del Sagrario. Allí veo un hombre llorando y el furgón con el que yo me había cruzado. Amargado se quejaba que unos ladrones le habían abierto el furgón y le habían robado los jamones que transportaba. Pronto me percaté del problema. Tomé mi vehículo y me dirigí de nuevo al puente. Este estaba despejado y el bulto había desaparecido. Continué mi viaje y allá, en la venta de Los Tejares estaba el otro engañado que esperaba a que le avisasen para continuar el viaje. Le conté lo que había descubierto y se puso a despotricar de rabia dando unos saltos increíbles. En ese momento me desperté y no puedo continuar el relato.
Cuesta de los Cartones en Ricobayo en sueños, Mayo de 2025
Estulano