Romancero zamorano


Don Sancho decide apoderarse de los Estados de sus hermanos


Rey Don Sancho, Rey Don Sancho,
ya que te apuntan las barbas,
quien te las vido nacer
no te las verá logradas.

Aquestos tiempos andados
unas cortes ordenara,
y por todas las sus tierras
enviaba las sus cartas:
las unas iban de ruego,
las otras iban con saña;
a unos les ruega que vengan,
a otros amenazaba.

Ya que todos son llegados,
d'esta suerte les hablara:

- Ya sabéis, los mis vasallos,
cuando mi padre finara,
cómo repartió sus tierras
a quien bien se le antojara:
las unas dio a Dª Elvira,
las otras a Dª Urraca,
las otras a mis hermanos;
todas éstas eran mías,
porque yo las heredaba.

Ya que yo se las quitase
ningún agravio aquí usara,
porque quitar lo que es mío
a nadie en esto dañara. -

Todos miraban al Cid
por ver si se levantaba,
para que responda al Rey
lo que en esto le agradaba.
El Cid, que ve que le miran,
desta suerte al Rey hablara:

- Ya sabéis, Rey, mi señor,
cómo, cuando el Rey finara,
hizo facer juramento
a cuantos allí se hallaban,
que ninguno de nosotros
fuese contra lo que él manda,
y que ninguna quitase
a quien él sus tierras daba.
Todos digimos amén,
ninguno lo rehusara.

Por ir contra el juramento
no hallaréis ley que lo manda.

Mas si vos queréis, Señor,
hacer lo que os agradaba,
no nos podemos dejar
de obedecer vuestra manda.

Mas nunca se logran hijos
que al padre quiebran palabra,
ni tampoco tuvo dicha
en casa que se ocupaba;
nunca Dios le hizo merced,
ni es razón que se la haga. -

(Romancero Viejo)