Juego de los petacos

En mi pueblo (Malva) dejó de jugarse a los petacos cuando yo llegué a la mocedad, a finales de la década de los 60: el fútbol arrasó con todo.

El juego requería de:

- los “petacos” (Cada uno de los dos discos pequeños de metal que se lanzan para derribar la tarusa)

- la “tarusa” (Pedazo de madera, de forma cilíndrica, con estrechamiento en la parte central. Solía ceñirse con un alambre enroscado para evitar que, al ser derribada por un petaco, corriera excesivamente)

- el "pate" (franja de terreno, longitudinal, lo más llana posible para que los petacos pudieran deslizarse con regularidad)

La longitud del pate, delimitada por el lugar donde se colocaba la tarusa y por la raya desde donde los jugadores lanzaban los petacos, variaba en función de la configuración del terreno y, naturalmente, de la edad de los jugadores (a mayor edad mayor distancia).

Antes de iniciarse propiamente el juego, había que establecer el orden en que deberían jugar los jugadores. Para ello cada jugador lanzaba un petaco, en sentido contrario, desde la tarusa a la raya de salida, se decía "a arrimar". El que más conseguía arrimar su petaco a la raya tiraría en primer lugar y así sucesivamente...

A continuación se iniciaba el juego con la "puesta" (tal vez, por falso corte "l' apuesta", aunque la expresión que se utilizaba para referirse a tal acto era "a poner"): cada jugador ponía lo que se estableciera (una perra chica, una perra gorda, etc si se jugaba de dinero, o un "santo", dos "santos", etc llamados "vistas" en otros lugares) y todo ello se colocaba encima (o al lado) de la tarusa.

Hecho esto, lanzaba el primer jugador. El objetivo era derribar la tarusa y que las monedas (o los "santos") quedaran más cerca de alguno de los petacos que de la tarusa. Si conseguía que todas ellas estuvieran en esa situación, la jugada concluía. Él se llevaba todo y se iniciaba una nueva jugada: la tarusa se levantaban y todos los jugadores volvían "a poner".

Podía suceder, sin embargo, que se ganara unas monedas y que otras quedaran más cerca de la tarusa derribada. Esto se llamaba "dejar cama" para el jugador siguiente. El cual tenía dos opciones:

1- tirar "a arrimar" el petaco a las distintas monedas más cerca que la tarusa (serían para él) o
2- decir "arriba", con lo cual se iniciaba nueva jugada: se levantaba la tarusa, los jugadores "ponían" de nuevo, y esta "puesta" junto con las monedas restantes de la jugada anterior se colocaban encima de la tarusa.

Éste es básicamente el mecanismo, si bien habría que decir también que se podía jugar individual o por parejas, variando mucho la técnica y las "habilidades" del juego en función de una modalidad u otra.

Sí que me gustaría decir que para medir las distancias entre tarusa y monedas y entre petaco y monedas, normalmente se utilizaba, el “ojo de buen cubero”. Si no había acuerdo, se medía "a cuartas" (mano extendida, lo cual se prestaba a trampas, según el interés que hubiera en tensar la mano). Y en último término, a veces había que recurrir a un palo o tabla que hubiera por allí.

Ligada a esta operación de medir, había una graciosísima expresión: "TODO POR LA CINGA" (equivalente a "montar unas sobre otras”), la cual se decía cuando varias monedas (o "santos") se cabalgaban unos sobre otros. Se medía desde la tarusa y desde el petaco al extremo del montón más cercano a cada uno de ellos. Si resultaba vencedor el petaco (distancia más corta) se ganaba y se decía "todo por la cinga".Y no siempre resultaba fácil demostrar la susodicha "cinga", pues bastaba con el más mínimo contacto entre una y otra moneda, pero no valía si había entre ellas una paja o una mota de polvo. Había que mirar con lupa, soplar para eliminar la paja sin mover las monedas... En fin, labor de juzgado...


Herminio Álvarez Regueras

Refrán:
El que pone al juego sus dineros no ha de hacer cuenta de ellos